Pero si vuelven, o alguno de los dos vuelve estando yo viva, tengo más facilidades que otro para saberlo, pues ando siempre de un lado para otro; todo lo que yo sepa lo sabrá usted, y si puedo alguna vez ser útil de cualquier modo a esa pobre niña, lo haré con toda mi alma, si Dios quiere. En cuanto a Littimer, más le valdría tener un perro dogo tras de sus huellas que a la pequeña Mowcher.
Mas la estratagema no surtía efecto. El
dogo lo seguía con la cabeza baja, de mala gana, pero sin apartarse de sus talones. Exasperado por aquella obstinada persecución tentó un último recurso: dejó caer con disimulo el arma a un lado de la senda y con las manos en los bolsillos, como un desocupado que se pasea para estirar las piernas, siguió andando sin volver la cabeza.
Baldomero Lillo
Echó una rápida ojeada por encima del hombro y sus grises ojillos relampaguearon. El
dogo, cogiendo delicadamente con los dientes el saco, trataba de desprenderlo del cordón que lo sujetaba.
Baldomero Lillo
El corpulento dogo agitaba con furia la enorme cabeza para coger a su adversario, lo que era imposible conseguir a pesar de sus rabiosos esfuerzos.
stando un día solo a la ventana, de donde tanta novedad veía que ya era de mirar casi cansado, vi animal a la diestra en forma humana que arder al mismo Júpiter haría, de negro y blanco dogo harto hostigado; y uno y otro costado de la fiera gentil mordían tan fuerte, que en poco tiempo al paso fue guiada, donde en tierra enterrada, venció tanta belleza amarga muerte; y me hizo suspirar su dura suerte.
Dirigió una mirada al llano, y allá lejos percibió al
dogo atravesando los arenales; iba con una prisa endemoniada: incrustado en el nacimiento del rabo llevaba a Carlomagno y diseminados en el lomo bajo la hirsuta piel, los Doce Pares.
Baldomero Lillo
¡Malhaya el perro hermosote, el gordo cuadrúpedo, danés, king-charles, dogo o faldero, tan encantado consigo mismo, que se lanza indiscretamente a las piernas o a las rodillas del visitante, como si estuviera seguro de agradar, turbulento como un niño, necio como una loreta, a veces arisco e insolente como un criado!
La afición del
dogo por las perdices era de época reciente y databa del día en que una de estas aves herida al vuelo por certero disparo fue a caer entre sus patas.
Baldomero Lillo
A su derecha destacábase Quilapán y más allá, próximo al tronco, veíase un inmóvil grupo; junto al cadáver de Pillán, la silueta del dogo sentado sobre sus cuartos traseros, observando atentamente a su víctima, listo para ahogar en su principio todo conato de resurrección.
Un estrepitoso aullido contestó a la denotación: el
dogo soltó el morral y con los pelos del lomo erizados como púas desapareció entre los matorrales.
Baldomero Lillo
Alargó el brazo y oprimió el disparador. Tras el estampido, apartáronse violentamente las ramas y apareció la cabeza del
dogo con las orejas tiesas y rectas.
Baldomero Lillo
El dogo, sorprendido por aquella brusca acometida, se revolvió contra el niño y lo derribó en tierra rompiéndole un brazo de una dentellada.