-Sí que era un mozo de chipé -dijo el viejo; y tras dedicar un breve suspiro a la memoria del difunto, continuó: -Pos bien, el de la Jalapa, que era un róa de cuerpo entero y con un corazón más grande que el Martinete, vivía, cuasi como si estuviera jaciéndolo como manda Dios y la Santa Madre Iglesia, con Rosario la Paloma, una gachí de veinte abriles a la que no se la podía mirar dos minutos seguíos sin que se le descompusieran a uno toitos los resortes der corazón, por cuya gachí sentíase el señor Toño, no obstante sus cincuenta y pico y su miajita de panza, capaz de jacer más primores que una monja y más ruío que toito un campanario.
Puede usted rezar, o dormirse, o hablar con mamá... Yo tengo que seguir arreglando el baúl de papeles de mi
difunto padre... ¿Por qué no pide usted una baraja a Rosa y hace solitarios?
Pedro Antonio de Alarcón
Añadamos (si te parece) a estas quejas la buena inclinación de aquel mancebo que cortaste entre sus primeros acrecentamientos.» El difunto, oh Polibio, fue digno de tenerte por hermano, y tú eres dignísimo de no tener ocasión de dolerte aun por muerte de algún indigno hermano.
Dejemos, pues, las lágrimas que no aprovechan, y el dolor con más facilidad nos llevará adonde está el difunto, que volverle a que le gocemos.
Pero, cuando la veía triste y taciturna, por ccnsecuencia de sus cuidados y achaques, se guardaba de darle bromas sobre el expediente y la llamaba con toda naturalidad Generala y Condesa; cosa que la restablecía y alegraba en el acto; si ya no era que, como nacido en Aragón y para recordar a la pobre viuda sus amores con el
difunto carlista, le tarareaba jotas de aquella tierra, que acababan de entusiasmarla y por hacerla reír juntamente.
Pedro Antonio de Alarcón
Pos lo que me contesta siempre es que como su madre dice que la sombra de su difunto no sale del pueblo, ella no se va del pueblo manque la jagan catite; y que como su madre no sale del pueblo manque la jagan catite, ella no se va de la verita de su madre ni manque la jagan merengue.
A la semana siguiente dieron sepultura al
difunto; Juan acompañó el féretro, sin poder ver ya a aquel padre que tanto lo había querido; oyó cómo echaban tierra sobre el ataúd, para colmar la fosa, y contempló cómo desaparecía poco a poco, mientras sentía la pena desgarrarle el corazón.
Hans Christian Andersen
Estaban alegres, a pesar de asistir a un entierro, pero bien sabían que el
difunto estaba ya en el cielo, tenía alas mucho mayores y más hermosas que las suyas, y era dichoso, porque acá en la Tierra había practicado la virtud; por eso estaban alegres.
Hans Christian Andersen
Así que a los principios les ha de ejercitar en materias más severas, y templarle después con otras más alegres. También te será de grande alivio si te hicieres esta pregunta: «¿El dolor que tengo es en mi nombre o en el del difunto?
Oyeron todos a Marco Bruto; y aunque no aprobaron todos su razonamiento, por haber sido modesto para el difunto y reverente para los oyentes, sin demasía ni oprobio del muerto, los apasionados de César, acallando su opinión con el silencio, siguieron a los que seguían el parecer de Bruto; mas luego que el imprudente y envilecido Cinna con abominables palabras empezó a deshonrar con oprobios el cadáver de César, los que habían callado a Marco Bruto, con justo furor se declararon contra Cinna y los conjurados.
Quien afrenta o consiente que afrenten a su enemigo difunto, miserablemente se confiesa dichoso y infamemente cobarde, pues ni pudo vencer su vida valiente ni su muerte disimulado.
Los que mataron a César, por matarle, unos a otros se hieren; por librarle, -105- unos a otros se estorban; porque la muerte propia del difunto empezaba a pelear con ellos mismos contra ellos.