Y no porque el sabio se exime de la injuria se disminuye algún tanto vuestra desvergüenza o vuestros codiciosísimos deseos, ni vuestra temeridad o soberbia; porque quedando en pie vuestros vicios, queda en su ser esta libertad del sabio.
Si aquél con la desvergüenza, y con los continuos oprobios con que se habituó a no avergonzarse, pudo conseguirlo, ¿por qué no lo ha de alcanzar el que con estudios nobles y con el adorno de la sabiduría hubiere llegado a alguna perfección?
Principiaba la misa, y todo fué uno ver que madre e hija se arrodillaban para persignarse, y gritar con voz de bajo profundo su señoría el Arcediano:— ¡Fuera esas mujeres que tienen la
desvergüenza de venir con traje profano á la casa de Dios!
Ricardo Palma
¿Le amó? ZULIMA. ¡Sí! ¡mucho! TERESA. ¡Qué desvergüenza! ISABEL. Y ¿qué? ¿ No viene por eso Marsilla donde le esperan? TERESA .
Quién se rascaba la oreja, quién meneaba la cabeza, caviloso. Fidalgo tuvo la
desvergüenza de soltar una risilla insolente, que rasgó de oreja a oreja su boca de jimio.
Emilia Pardo Bazán
Unos vamos en un tiempo y otros en otro, pero todos caminamos a un lugar. No te sabré decir si es mayor necedad ignorar la ley de la mortalidad, o mayor desvergüenza rehusarla.
CELESTINA ...diciendo a voces: «Señores, a ese hombre tengan, 97 que lleva hurtada una joya».58 A este tiempo por la puerta pasaba este caballero; y, viendo tal desvergüenza, sacó la daga; él de miedo volvió a subir la escalera.
CELESTINA Y todo esto se remedia conque le quiten la joya y le den a buena cuenta tanta cantidad de palos que no huelgue la madera. DOÑA BEATRIZ (Aparte.) Esforcemos su mentira. DON LUIS ¡Ay tan grande desvergüenza! Venid acá, ladronazo.
El más leve descuido corre de boca en boca; una reminiscencia es llamada robo; una imitación plagio, y un plagio verdadero intolerable
desvergüenza.
Mariano José de Larra
Cafetera lo tragó con ansiedad, y retirando de sus labios la colilla, se fue detrás del puro. -¿Me da la punta usté? Chocó al interrogado la desvergüenza del raquero. Miróle muy detenidamente, y -¿Quién eres tú, chicuelo?
EL DUENDE.- Diga usted que sí, para que se acabe la disputa; además que..., en verdad, ¿se halla alguna
desvergüenza en todo lo que dice el señor Carnerero?
Mariano José de Larra
Y, atontado y frenético, se lanza a la cocina, agarra una astilla de leña, y cada golpe escupe sobre la hija un insulto, una
desvergüenza, una bajeza.
Tomás Carrasquilla