Con su escopeta de perdices, pero cargada aquel día, como sabemos, con balines, apuntó, disparó... El comandante soltó las riendas y cayó hacia atrás; el caballo, desmandado, se alocó.
Emilia Pardo Bazán
Estaba don Rafael un poco desviado, defendiéndose de las infinitas piedras que sobre él llovían, y, queriendo acudir al remedio de su alma y al de su hermana y cuñado, el caballero catalán se le puso delante, diciéndole: -Sosegaos, señor, por lo que debéis a buen soldado, y hacedme merced de poneros a mi lado, que yo os libraré de la insolencia y demasía deste desmandado vulgo.
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