¿Quién pudo nunca romper de la muerte el denso velo? ¿Quién le pudo descorrer, y en verdad las cosas ver que pasan fuera del suelo?
Fue descubierto por casualidad. Un ruido en la calle llamó su atención y le hizo descorrer por un instante la cortina. Alguien gritó desde fuera: "¡Hombre!
Uno de los clérigos intervino: —Si tiene prisa por verle, con seguridad se halla paseando al abrigo de la iglesia. En aquel momento llamaron a la puerta, y el sacristán acudió a descorrer el cerrojo.
Apenas me había quedado dormido cuando oí descorrer las cortinas de mi lecho y el ruido de las anillas en la barra sonó estrepitosamente; me incorporé de golpe sobre los codos y vi ante mí una sombra de mujer.
Tornó a descorrer los párpados, y allá en el agua serena, entre las sombras del sueño, un rostro a mirar acierta, Tornó a dudar acosado entre si duerme o si vela, contemplando aquel semblante de igual color que la tierra, Fantasma, ilusión o ensueño, que minucioso semeja al muerto don Tello Aponte, que finó la tarde mesma.
El que ama no puede temer; sus espectros sólo son placentera alegría; si un misterio hay que
descorrer sería explicar por qué cuando un alma murió en delectación amorosa, debe permanecer alejada del amado.
Antonio Domínguez Hidalgo
Por ello, descorrer los sentidos que nos tejen, que tejen nuestra mente, es liberar la conciencia de la telaraña semiótica a la que con frecuencia somos sometidos.
Rosaroja fue a
descorrer el cerrojo y esperaba ver entrar algún pobre, cuando asomó un oso su gran cabeza negra por la puerta entreabierta.
los Hermanos Grimm
El general guardó, pues, este infausto secreto: respetaba la infancia y la inocencia de sus hijos, y no se hallaba con valor para descubrirlo. ¡Siempre será tiempo -pensaba- de descorrer el velo a tan triste y cruel realidad!
Yo me sentía con menos franqueza que de costumbre en una casa donde siempre la había tenido de sobra; Elena parecía preocuparse de mi visible encogimiento y Luisa, cansada de hablar sin que nadie le contestara, acabó por levantarse y
descorrer las persianas del balcón para entretenerse en enredar por entre los hierros las guías de una enredadera que se encaramaba hasta aquella altura desde el jardín.
Gustavo Adolfo Bécquer
Sin embargo, no acabaron las molestias del gotoso tan pronto como él se figuraba. En vez de tirar del cordón, Mariana tuvo que abrir con la enorme llave y descorrer los cerrojos.
Pero, antes que hubiese tocado el cerrojo que buscaba, Farruco, rápido como un rayo, la ciñó con el nudo corredizo, tiró y amarró la mano, ahorcada y contraída, a la fuerte aldaba de la puerta, al mismo cerrojo que quería
descorrer.
Emilia Pardo Bazán