En breve, separóse de los cartularios, y descalzo, sin sombrero, cubier- to por un grosero sayo, anduvo peregrinando entre los chi- chimecas.
-¿Parneses el Maroto?... Pos si no fuera por el Niño andaría el gachó en cueros vivos y descalzo, y alimentándose de arpiste. ¡Chavó, parneses el Maroto!
¿Del mismo Sócrates? -¡No, por Júpiter!, le contesté, de un tal Aristodemos de Kydaethenes, un hombrecito que siempre va descalzo.
Y como hijo de Poros y de Penia, mira cuál fue su herencia: desde luego es pobre, y lejos de ser hermoso y delicado, como se piensa generalmente, está flaco y sucio, va descalzo, no tiene domicilio, y sin más lecho ni abrigo que la tierra; duerme al aire libre en los quicios de las puertas y en las calles; en fin, está siempre, como su madre, en precaria situación.
Bajo el árbol solía sentarse la emperejilada nodriza con la pequeña Emilia, la hijita del general, más emperejilado todavía. Delante de ellas bailaba,
descalzo, el niño del portero.
Hans Christian Andersen
n la librería del convento franciscano de Lima tuve, en 1884, oportunidad para leer un manuscrito de 21 folios con el siguiente título: — Carta que escribió el P. Fr, Jitan García Bacimo y religioso
descalzo y procurador general de la orden de N.
Ricardo Palma
A la una del día terminó la procesión, y hallábase Goye- neche en el salón de la casa, agasajando con refrescos á los de la comitiva, cuando se presentó un oficial llevando á don Ma- riano Antesana, vestido con el hábito de descalzo franciscano, pues lo habían sacado del convento de la Recoleta donde los frailes creyeron conveniente disfrazarlo, precaución que no lo salvó de un picaro denunciante.
«¡Al fin!», exclamó Kovaliov y, de la alegría, estuvo a punto de ponerse a bailar, tal y como estaba, descalzo, por toda la habitación; pero la entrada de Iván se lo impidió.
En una ocasión tuvo el eterno estudiante que dejar las ociosas plumas (que eran de paja y pelote duro) porque la disentería le apuraba -¡tanto estudiar!- y a media noche, descalzo y a oscuras, se aventuró por los pasillos.
Entonces los quetzales se quitaron algunas de sus plumas y ayudados por las mariposas cumplieron sus exigencias. -¿Y a poco creen que iré descalzo a hacer la petición que quieren?
Tomó parte en la célebre batalla de Iñaquito, donde salió derrotado y cayó prisionero. De allí se huyó descalzo, pasando grandes peripecias y se dirigió a España.
Su madre lo alimentaba con golosinas; su padre le dejaba corretear descalzo, y para dárselas de filósofo, decía que incluso podía muy bien ir completamente desnudo, como las crías de los animales.