Pero algo en la forma o en el movimiento de aquel objeto, algo torpe en su andar, le dijo que no era un oso; el miedo refrenó la curiosidad, y el niño se detuvo.
Eran hombres; nada tenían pues de terrible, aunque algunos llevaran vestimentas que desconocía. Caminó libremente en medio de ellos, mirándolos de cerca con infantil curiosidad.
enetrado que hubieron en el cenador, defendido de la curiosidad de los que transitaban por la polvorienta carretera, por una a modo de tupida y laberíntica red de trepadoras y de campanillas azules, sentáronse aquellos tres próceres de los barrios andaluces alrededor de la amplia mesa, no sin antes haberse despojado de las americanas y de los amplios paveros.
En fin, en el ardiente deseo, la curiosidad, de los corazones de los jefes por la danza de Maestro Mago, Brujito estas palabras fueron dichas por Supremo Muerto.
Así, como comprendí que sentiría alguna curiosidad respecto a la identidad de la persona que había sobrepujado su inteligencia, pensé que era una lástima no dejarle un indicio para que la conociera.
Y los dos lacayos, observó Alicia, llevaban el pelo empolvado y rizado. Le entró una gran curiosidad por saber lo que estaba pasando y salió cautelosamente del bosque para oír lo que decían.
por Extraordinario la confirmacion de este Triunfo enérgico, cuyos pormenores interesantes he hecho extractar por la brebedad del tiempo, omitiendose uno ú otro detall, que excita poco nuestra curiosidad y atencion.
Los tiranos son grandes estudiantes de los semblantes; y el pueblo, cuando reinan, espía con atención las señas exteriores, para descansar la curiosidad ansiosa sin riesgo.
Y, parados ante la gruta, se postraron, estirando las jetas, con
curiosidad simple y santa, con las manos alzadas, enclavijados los dedos callosos, y la madre de Fernandito, que no apartaba la vista de su hijo, creyó morir, de la impresión que recibía.
Emilia Pardo Bazán
El muchacho se había incorporado, lentamente, y también en su mirada, como en la de los rústicos cabreros, brillaba la chispa de la
curiosidad, llena de ingenua bobería, pero ¡tan humana!, ¡tan humana!
Emilia Pardo Bazán
Cuando Rosarito quedó sola no pudo resistir la curiosidad, y momentos después, no sin antes cerrar la puerta de la sala, deleitábase contemplando todo cuanto llevaba de venta la más popular de todas las vendedoras de Andalucía.
El día en que aconsejados por la curiosidad pasamos los umbrales del citado ventorrillo, que se eleva dando vista a la población, a los montes y al cementerio, ya el señor Curro habíase ido, a causa de un segundo acosón hemipléjico, al último indicado lugar, y Paco Cárdenas, su sobrino, era el que oficiaba de experto timonel en aquel barco, para el cual parecía que no había hecho la Divina Providencia más que mares en bonanza.