Desde el desván a la cueva está toda proveída de ajuar, despensa y comida; sólo hay una cosa nueva, que han de llevar cuesta arriba.
A la mañana siguiente, Juan y su compañero de viaje se despidieron de la compañía y echaron
cuesta arriba por entre los espesos bosques de abetos.
Hans Christian Andersen
Luego camina solitario por la
cuesta arriba que la calle X forma en dirección a la ciudad y anda tan difícil y trabajosamente, que apenas avanza.
Sigmund Freud
Subieron las voces de boca en boca por la
cuesta arriba, y en la plaza del Carmen dieron en los oídos de un alguacil; el cual, con dos corchetes, con más ligereza que si volara, se puso en el lugar de la pendencia, a tiempo que ya el herido estaba atravesado sobre su asno, y el de Lope asido, y Lope rodeado de más de veinte aguadores, que no le dejaban rodear, antes le brumaban las costillas de manera que más se pudiera temer de su vida que de la del herido, según menudeaban sobre él los puños y las varas aquellos vengadores de la ajena injuria.
Miguel de Cervantes Saavedra
Por lo cual cuando vieres que los varones justos y amados de Dios padecen trabajos y fatigas, y que caminan cuesta arriba y que al contrario los malos están lozanos y abundantes de deleite, persuádete a que al modo que nos agrada la modestia de los hijos, y nos deleita la licencia de los esclavos nacidos en casa, y a los primeros enfrenamos con melancólico recogimiento, y en los otros alentamos la desenvoltura; así hace lo mismo Dios, no teniendo en deleites al varón bueno, de quien hace experiencias para que se haga duro, porque le prepara para sí.
Y éste no hallará camino llano, necesario es vaya cuesta arriba y cuesta abajo, y que padezca tormentas gobernando el navío en el mar alborotado; y teniendo todas sus andanzas encontradas con la fortuna, es forzoso le sucedan muchas cosas adversas, ásperas y duras para que él las allane.
Oyó con gran sosiego Loaysa la arenga de la señora Marialonso, y con grave reposo y autoridad respondió: -Por cierto, señoras hermanas y compañeras mías, que nunca mi intento fue, es, ni será otro que daros gusto y contento en cuanto mis fuerzas alcanzaren; y así, no se me hará
cuesta arriba este juramento que me piden; pero quisiera yo que se fiara algo de mi palabra, porque dada de tal persona como yo soy, era lo mismo que hacer una obligación guarentigia; y quiero hacer saber a vuesa merced que debajo del sayal hay ál, y que debajo de mala capa suele estar un buen bebedor.
Miguel de Cervantes Saavedra
En efeto, la conclusión de la plática de los dos fue que él condecendería con la voluntad della, cuando ella primero le entregase a toda su voluntad a su señora.
Cuesta arriba se le hizo a la dueña ofrecer lo que el músico pedía; pero, a trueco de cumplir el deseo que ya se le había apoderado del alma y de los huesos y médulas del cuerpo, le prometiera los imposibles que pudieran imaginarse.
Miguel de Cervantes Saavedra
Sabía Pedro que el viaje del arte es dolorosa cuesta arriba y que la lucha por la gloria (cuando el nacimiento no trae por lote la riqueza) entre miseria se mantiene.
El Maestro recordando que el Cura lo ha motejado de falto de entereza, sigue en su propósito, aunque se le vuelva
cuesta arriba al ver cuál se pone la muchacha.
Tomás Carrasquilla
Topamos a las ocho horas del día a un Fray Bartolomé, dominico, que venía en un caballo en gran diligencia la cuesta arriba, y nos dio nueva cómo el Lope Martín, paresciéndole que era juego de aventurar con decir quizá ganaré, y no sabiendo lo que aventuraba, había echado la puente el sábado en la tarde, e que aquella noche habían venido los enemigos y quemádola, y todos los amigos que la estaban haciendo con el Lope Martín se habían huido y estaba perdida e por allí no había remedio de pasar.
El pueblo, a quien se le hacía muy
cuesta arriba concebir que un retazo de papel puede reemplazar al metal acuñado, puso el grito en el séptimo cielo; y para acallarlo preciso que don Bernardo de Torretagle fue escupiese por el colmillo, mandando promulgar el 1.º de febrero un bando de espantamoscas, en el cual se determinaban las penas en que incurrían los que en adelante no recibiesen de buen grado los billetes de a dos y cuatro reales, únicos que al principio se pusieron en circulación.
Ricardo Palma