Y a la hora indicada, exacto como un reloj de los que son exactos, allí estaba Avelino con los estuches. La extranjera, alzándose del sofá, hizo gestos de
contrariedad: -¡Cuánto siento la molestia!...
Emilia Pardo Bazán
Aquello le asombró muchísimo, porque en el Châtelet no había pasado la ronda, y como siempre volvía un poco animado por el vino, su contrariedad se tradujo en una maldición que hizo estremecer a Eustaquio, que aún no se había acostado, temeroso ya por la audacia de su resolución.
Joseíto hizo un gesto de contrariedad al oír el nombre de Trini, y le repuso a la Trinitaria: -A ésa le tocó en el reparto una chispitilla menos que a usté, que es toíta azúcar de pilón y canela de la fina.
Una violenta
contrariedad se pintó en el rostro del viejo minero; pero al ver aquellos ojos llenos de lágrimas, desolados y suplicantes, levantados hacia él, su naciente cólera se trocó en una piedad infinita: ¡era todavía tan débil y pequeño!
Baldomero Lillo
El débil estallido del fulminante mantenía aquella ilusión, y aunque ambos notaron al principio con extrañeza el poquísimo humo que echaba aquella pólvora, terminaron por no acordarse de aquel insignificante detalle. Sólo una
contrariedad anublaba su alegría.
Baldomero Lillo
-Sí; detrás de las tapias de la iglesia... Y el cabecilla arrancó la última chupada y tiró el cigarro, con un gesto de
contrariedad y fatalismo.
Emilia Pardo Bazán
Y de la diferencia y contrariedad de los dos sujetos, forzosamente se sigue que Tarquino mereció por sus delitos perder el reino que había heredado; y Julio César perpetuar por sus virtudes en sus sucesores el imperio que no tenía.
Al mirarnos, a la luz cruda y azulosa de los focos eléctricos, la primera
contrariedad consistía en hallarnos estropeados, con los crueles estigmas de la vida impresos en cuerpo y cara.
Emilia Pardo Bazán
Esta
contrariedad, reagravada con el fusilamiento que hacían los españoles de aquellos a quienes sorprendían con cartas en clave, traía inquieto y pensativo al emprendedor caudillo.
Ricardo Palma
Que las mudanzas de las cosas temporales no dependen del favor o contrariedad de los demonios, sino de la voluntad del verdadero Dios CAPITULO XXIV.
¿No se ha dado cuenta de que lleva la tapa abierta? --No lo sabía --respondió el caballero, mientras una sombra de contrariedad le cruzaba la cara--.
Permanecía abajo, en la sala, sentado junto a la chimenea apagada, con la cabeza baja, las manos juntas, los ojos fijos. ¡Qué desgracia!, pensaba, ¡qué contrariedad!