(Saliendo al encuentro a HERNANDO y hablando con él, sin ser vistos de Don JUAN ni las damas.) ¿Es Don Juan? HERNANDO. Sin duda alguna, que yo pregunté al cochero: ¿quién es este caballero? y dijo: Don Juan de Luna.
¿Quién sufre un burro aguador, que me sabe distinguir a mí de un poste, y se aparta del poste, y me embiste a mí? ¿Quién sufre un cochero esento cuya lanza cocheril rompe más entre cristianos que entre moros la del Cid?
– ¡Maldita sea! –masculló Kovaliov–. ¡Eh, cochero! ¡A la prefectura de policía! Kovaliov subió al vehículo y se pasó todo el trayecto gritándole al cochero: «¡arrea, hombre, arrea!» – ¿Está en su despacho el señor prefecto?, –preguntó a voz en cuello al penetrar en el vestíbulo.
Sin apartar el pañuelo de su rostro, Kovaliov regresó al coche de alquiler y ordenó con acento desesperado: – ¡Tira! – ¿Hacia dónde? –inquirió el cochero. – Derecho.
Hubo un momento de mi existencia en que viví de otro modo, como viven los demás hombres que sienten, se afanan y penan, y a esa manera de existir le llaman dicha... Sí, no os riáis: yo estuve enamorado como puede estarlo mi escribiente o mi
cochero...
Emilia Pardo Bazán
Siendo ella muy joven, y saliendo con su madre a paseo, se desbocaron los caballos de su coche y corrieron sin freno -lanzando al
cochero del pescante- más de dos leguas, encaminándose a un espantoso precipicio.
Emilia Pardo Bazán
Grita en una encrucijada una voz: «¡Conde!» El
cochero para al punto los caballos; pregunta Orgaz desde dentro: «¿A cuál de los dos?» De fuera «Villamediana», dijeron.
Ángel de Saavedra
El carruaje se detuvo ante San Antonio de la Florida. Bajó Luis, haciendo seña a su
cochero de que esperase. Había entrado a su servicio, cuando él vivia aún con Ernestina; era el eterno testigo de sus aventuras, le seguía fiel y obediente en todas las correrías de su viudez; pero pensaba con envidia en los pasados tiempos, deseando trasnochar menos.
Vicente Blasco Ibáñez
De pronto, como si hubiera encontrado solución a lo que iba cavilando, mi tío se puso a dar órdenes al cochero: – A la derecha, a la izquierda.
Lo llamé. El cochero no respondió. Una mujer rondaba cerca de la calle Drouot: «Escúcheme, señor.» Aceleré el paso para evitar su mano tendida hacia mí.
ESTUDIANTE Húrgame la viudilla, hermano Ramos. RAMOS ¿Le hurga? ESTUDIANTE Me fatiga. RAMOS ¿Qué es cochero en latín? ESTUDIANTE ¿Cochero? Auriga.
El coche, en efecto, acababa de arrojar en el umbral del edificio a unos colegiales juerguistas que necesitaban ver a la muerte para creer en ella. Vi el carruaje vacío y grité al cochero: – ¡Al Pasaje de la Opera!