Mayo expiraba: y su postrero día entre nubes de azul, púrpura y grana, la cenicienta claridad tendía de la primera luz de la mañana.
Asomaba una aurora gris-
cenicienta, pues el sol era importante para romper la densa valla de nubes tormentosas, cuando una mujer salía arrastrándose sobre manos y rodillas del matorral vecino; y ya en su borde, que trepó con esfuerzo, se detenía sin duda a cobrar alientos, arrojando una mirada escudriñadora por aquellos sitios desolados.
Eduardo Acevedo Díaz
Sonrosado, albo color, belfo labio, juveniles alientos, inquieto ardor, en el florido verdor de sus lozanos abriles. Cuelga la rubia guedeja por donde el almete sube, cual mirarse tal vez deja del sol la ardiente madeja entre
cenicienta nube.
Nicolás Fernández de Moratín
¡Oh Duero, tu agua corre y correrá mientras las nieves blancas de enero el sol de mayo haga fluir por hoces y barrancas; mientras tengan las sierras su turbante de nieve y de tormenta, y brille el olifante del sol, tras de la nube
cenicienta!...
Antonio Machado
Galaica flor en castellana piedra: vaciada al acueducto segoviano la ría de cantor de Pontevedra Así te halló el esposo y hortelano, Doctor para saber cómo se tienta el pulso al corazón desde la mano. Así el hogar, señora y cenicienta, nodriza y enfermera en el manejo y en el combate al sol, lugartenienta.
Luego seguían los pasos: Jesús en el Huerto de las Olivas, Jesús ante Pilatos, Jesús ante Herodes, Jesús atado a la columna. Bajo aquella lluvia fría y cenicienta tenían una austeridad triste y desolada.
En las breves escampadas, una luz triste y cenicienta amanecía sobre los montes que rodean la ciudad santa del carlismo, donde el rumor de la lluvia en los cristales, es un rumor familiar.
Le había preguntado a la Bella Durmiente del Bosque, a Ricitos de Oro, a Caperucita Roja, a Blanca Nieves, a Cenicienta, al Gato con Botas, a Pulgarcito y hasta al Lobo Feroz, que ya se había vuelto bueno, pero todos ignoraban su paradero.
Yo había obtenido permiso para levantarme, y con la frente apoyada en los cristales de la ventana contemplaba los montes envueltos en la cortina cenicienta de la lluvia.
En efecto: los ciriales y la cruz alta avanzan, muy bruñidos y rutilantes; detrás el párroco, con el pluvial escamoso de brocato; en seguida Cristo, en su pollina
cenicienta de madera y cabeza movible, clavada en su plataforma de cuatro ruedas.
Tomás Carrasquilla
Hay que ver su mirada de alegría ante su primer paso sobre la luna de las palabras. Allí está la Comer, Aurrerá, la Coca, Cenicienta; allí dice Navidad, los Santos Reyes.
La chilaba de Farjalla y el velludo cuerpo del gorila quedaron revestidos de una costra movediza y
cenicienta que se ajustaba constantemente a las crecientes desigualdades de aquellos cuerpos.
Roberto Arlt