La nación, y la historia con ella, es el
capullo que protege la vida del patriotismo en larva; pero si ha de convertirse en mariposa espiritual que se bañe en luz y sea fecunda, tiene que romper y abandonar el
capullo.
Miguel de Unamuno
Tantas la acosan al fin, que queda sin miel, y ajada. ¡Ay de las cándidas flores, si alzan su
capullo tierno del estío a los ardores!
Ramón de Campoamor
Y la madre te dice que sí, que hay unos gusanos que se fabrican unas casitas de seda., largas y redondas, que se llaman capullos; y que es hora de irse a dormir, como los gusanitos, que se meten en el
capullo, hasta que salen hechos mariposas.
José Martí
Su voz timbrada, armoniosa, con ese acento de la niñez que parece el
capullo del habla, se adaptaba, sin embargo, a todas las modulaciones.
Tomás Carrasquilla
El viento del mediodía soplaba el nombre de Dora. Todas las flores salvajes, hasta el último capullo, eran otras tantas Doras. Mi consuelo era que miss Mills me comprendía.
Allí estaban Chepita la
Capullo, con su saya de tiritas; Cantimplora, el alguacil del Cabildo, con su alguacilesca vara, y el teniente Ajiaco, guardián del orden; y el monigote Sopas-en-leche, botella en mano, a quien le aplicaban esta copla: «Santa Rosa de Lima, ¿cómo consientes que en tu tierra se beba tanto aguardiente?
Ricardo Palma
Pues Julia, aunque tiene una casa preciosa, aunque tiene escogidas amistades y da todos los días magníficas comidas, no ve a su alrededor retoños verdeantes ni el más pequeño capullo que prometa para un día flores o fruto.
¡Como si yo pudiera ser cruel contigo! -Entonces no me regañes -dijo Dora con aquel mohín que hacía de su boca un capullo- y seré buena.
Innumerables generaciones de jardineros habían dado lo mejor de sí para hacerlo florecer, pero más allá de una medio-apertura ocasional de un capullo con un gusano en su interior, sus esfuerzos habían sido infructuosos.
Remozado así, perfumado, con un
capullo en el ojal y radiante de esperanza, don Zoilo subió otra vez las escaleras, y sin que le anunciase nadie, cayó como una bomba en el coquetón gabinete de Casildita.
Emilia Pardo Bazán
Severo se ocupaba de sus crisálidas, próximas a romper el capullo convirtiéndose en mariposas, y quería que Benigno compartiese su entusiasmo, pero cada vez que le hablaba de ello el excelente anciano respondía: -Yo también guardo mi crisálida, que un día tendrá alas y se hará mariposa.
Si entre flores hallara tu faz serena, la creyera el capullo de una azucena; porque en ti hallo lo gentil de su esbelto florido tallo.