Buena presa esperaba hacer hoy, porque nadie se acordó del saludo; pero el cura que venía de asistir a un enfermo lo advirtió, y se ha plantado con los santos sacramentos juntito a la percha; el monaguillo tocaba la campanilla, y claro, todos se han arrodillado, y yo también, pero no al sombrero, sino a los santos sacramentos hicieron la reverencia.
Me llevó a su caseta, en la que había un fuego, un escritorio con un libro oficial en el que tenía que hacer algunas anotaciones, un aparato telegráfico, con su dial y sus agujas, y la campanilla de la que ya me había hablado.
Pero lo malo es que tiée un metal de voz que parece que es que flée embargá una alondra en la campanilla y aluego que güele como si tuviera en ca poro una violeta, y no te digo na de cuando trinca la guitarra, porque es que cuando la trinca, me río yo del Pipi, del Tunela y hasta del hijo del de los Bollos calientes.
Esto duró hasta que se oyó el repiqueteo de la campanilla; porque entonces, los chicuelos rompieron la humana valla que a duras penas habían atravesado para ver al caballero más de cerca, los viejos apagaron sus pipas, los jóvenes restregaron el fuego de sus cigarros contra el poste más inmediato y se guardaron las puntas en el bolsillo del chaleco, los que tenían la chaqueta tirada sobre los hombros se la vistieron, y todos corrieron al templo atropelladamente para llegar a él antes que el párroco pisara las gradas del altar.
Después de tanto páramo y tanta breña, no sé explicar la impresión encantadora que me produjo aquel oasis. Llamamos con la
campanilla, y salió a abrir un viejo con trazas de hortelano.
Emilia Pardo Bazán
Sobre el brazo de Dionisia cayó la inerte cabeza de la madre, libre ya de penas y sufrimientos, bañada en eterno reposo. Las hijas, arrodillándose al pie de la cama, sollozaban sin consuelo. Se oyó sonar la
campanilla imperiosamente. -¡Llaman!...
Emilia Pardo Bazán
En el quinto, al repique de la
campanilla, salió una vieja sirvienta, de rizada y almidonada papalina, semejante a las que se ven en los retratos flamencos, y nos hizo entrar -con exclamaciones cordiales de bienvenida- en un saloncito de mobiliario usadísimo, anticuado, limpio como el oro.
Emilia Pardo Bazán
Lo más granado de la ciudad ha acudido; aún vibran los últimos bolillazos de Feliciano, cuando misiá Cornelia toca la
campanilla y dice: "Se va a dar pricipio al apto".
Tomás Carrasquilla
Me llama durante varios minutos seguidos, de una manera agonizante: «Ahí abajo, ¡cuidado!, ¡cuidado!» Se queda de pie, gesticulando, y hace sonar mi campanilla...
Pero, en fin, encomience usté, que por lo menos oyéndola a usté se me llenará de música el alma. -Como que se ha creío usté que tengo yo en la campanilla una bandurria.
Apenas habia completado mi tercer ronquido cuando la campanilla de la puerta se puso a sonar furiosamente, seguida de unos golpes de llamador que me despertaron en seguida.
¡Josús y qué pito que tiée el ángel de Dios! ¡Alma mía! ¡Debe tener la campanilla de plata!... Oiga usté, amigo, ¿usté pa Ronda? -No, señó; pa Lucena.