La amo con todos mis sentidos, con mis ojos que la ven, con mi olfato que la respira, con mis oídos, que escuchan su silencio, con toda mi carne que las tinieblas acarician. Las alondras cantan al sol, en el aire azul, en el aire caliente, en el aire ligero de la mañana clara.
“Moled solamente nuestro alimento; no deseamos más que un caldo con pimiento, oh abuela nuestra”, dijeron. Ella les preparó al instante una copa de caldo caliente que puso delante de sus rostros.
Porque si me preguntases qué es lo que hay en el cuerpo que hace sea caliente, no te daría esta respuesta necia, pero segara: que es el calor; pero de lo que acabamos de decir deduciría una contestación más sabia y te diría que es el fuego; y si me preguntas qué es lo que hace que el cuerpo esté enfermo, no te responderé que es la enfermedad, sino la fiebre.
Pero si lo hemos declarado imperecedero sostendríamos con razón que, por mucho que hiciera lo par, el tres y lo impar sabrían componérselas para no perecer. Y lo mismo sostendríamos del fuego, de lo caliente y de otras cosas parecidas.
¡No es poco consuelo! Va el último: Z. Zephir En danés, el céfiro es viento de Poniente, te hiela a través del paño más
caliente. -¡Por fin se acabó!
Hans Christian Andersen
Sólo que el duendecillo no lo notaba hasta que se apagaba la luz de la buhardilla, y los melodiosos sones eran dominados por el silbar del viento. ¡Ujú, cómo temblaba entonces, y bajaba corriendo las escaleras para refugiarse en su
caliente rincón, donde tan bien se estaba!
Hans Christian Andersen
No es que pudiera compararse con el
caliente estiércol de la cuadra, pero, a falta de otro refugio mejor, allí se estuvo un día entero con su noche, sin que cesara la lluvia.
Hans Christian Andersen
-Y el individuo enfundado en una gabardina gris mugre se la quedó mirando provocativamente. Ella sonrió. -¿
Caliente...? ¿O tibio?
Antonio Domínguez Hidalgo
El hijo del jardinero y uno de sus amiguitos estaban en el invernadero, y al ver al insecto quisieron divertirse con él. Envuelto en una hoja de vid, fue a parar a un
caliente bolsillo del pantalón.
Hans Christian Andersen
Negándose obstinadamente a enfriarse, provocó una gran excitación entre los profesores; y cuando al ser calentada ante el espectroscopio mostró unas brillantes bandas distintas a las de cualquier color conocido del espectro normal, se habló de nuevos elementos, de raras propiedades ópticas, y de todas aquellas cosas que los intrigados hombres de ciencia suelen decir cuando se enfrentan con lo desconocido. Caliente como estaba, fue comprobada en un crisol con todos los reactivos adecuados.
Oiga usted, por ejemplo, esta voz, que en un aire inquieto y juvenil de primavera, llega hasta nosotros, anónima: «Como corre la gacela, loca de su propio perfume, por la sombra del bosque, así en esta noche del corazón de mayo, caliente de la brisa del Sur, corro y o loco.
Otrosí, se ordena y manda que el tal obligado, (hiciera con) la carne de vaca, después de haberla descocotado (o se haya dado su muerte), la haga degollar por el pescuezo y cargar con una polea de madera que no llegue al suelo, y antes de desollar y abrirla (por do haber posterior desmiembro y abierta de su barriga por la mitad), estará colgada una hora, y lo mismo será en los puercos capados y carneros, así de la tierra como de Castilla, para que se desangren, y después se sacará el menudo (vientre) (y pieles sobrantes) antes de ser desollada la res, y se limpiará de manera que no quede sangre en ella, y el puerco se ha de pelar y limpiar con agua caliente...