Sí, eso sí, palabras de miel no le faltaban a Antonio; aquello lo decía él como quien echa azúcar en un brebaje amargo y venenoso, y menos mal mientras duró el azúcar, pero ya..., ya no iban siendo más que hieles; cada vez que ella le preguntaba, con voz tímida y temblorosa, cuándo le iba a cumplir su promesa, él fruncía el entrecejo y, con una inflexión de voz hasta entonces para ella desconocida, respondíale bruscamente: -Si tu quiées que yo agüeque el ala y no me güerva a parar en este caballete, no tiées más que seguir por ese camino.
Preparó el caballete sobre el que pensaba desangrarle y se marchó a dar un paseo, tras encomendar a su mujer que vigilase a Jean y, sobre todo, a Jeannette, de la que desconfiaba.
¡Camará!, pos si tengo el tifus desde que vi a esa gachí; si es que me ha embragao el corazón con sus pestañas; si es que esa jembra no pue ser ya pa naide, ni pa el del caballete, sino pa mí, pa el hijo del señor Paco el Cotufero y de la señá Dolores la Pinturera.
Cuando yo, en las noches, delante de mi caballete, me ponía a dibujar, colocábase en tu hombro, y mirando detenidamente mi labor, parecía asentir con la cabeza, a cada trazo como si quiera expresarme: –"Anda, mi señor; qué bien está la nariz esa.
Hace colocar a la mujer sobre un caballete frente a un pantano profundo más allá del cual hay un muro que le ofrece un refugio tanto más seguro cuanto que hay una escalera aplicada contra ese muro.
Ayer había alguien oculto en este gabinete, es cierto; pero era mi maestro, que habiendo conocido el original, daba a mi obra los últimos toques. A estas palabras, acercándose a un gran cuadro colocado en el caballete apartó el velo que lo cubría.
Pero hay que echarse al pantano, y ella tiene prisa por hacerlo porque detrás del caballete sobre el cual se halla hay un fuego lento que la alcanza poco a poco.
El virrey, que no era hombre de dejarse ensalivar la oreja y que no se anclaba por
caballete de tejado, dijo para su capisayo: -¡Orza, orca de buen grado, bergantín empavesado!
Ricardo Palma
Viajero que en mudo recogimiento permaneces en ese recinto sagrado, ¿quién es el hombre intonso que sobre su caballete, el pincel en la una mano, la paleta en la otra, está mirando con religiosa intensión a la pared del frente?
Estaba sobre un alto
caballete de un tejado sentada la bella Zapaquilda al fresco viento, lamiéndose la cola y el copete, tan fruncida y mirlada como si fuera gata de convento.
Lope de Vega
Aquí llegaba Zapaquilda, cuando Marramaquiz, celoso, que mirando estaba desde un alto
caballete tan gran traición, colérico arremete, y echa veloz, de ardiente furia lleno, una mano al papel y otra al relleno.
Lope de Vega
Aquella tarde Traddles estaba tan encerrado entre la pagoda, la caja de la guitarra, el caballete de Dora y mi mesa, que yo temía no tuviera bastante sitio para manejar su cuchillo y su tenedor; pero él protestaba con su buen humor habitual diciendo: «Tengo un océano de sitio, Copperfield; un océano, te lo aseguro».