En esta cárcel en que Amor lo ata tuvo tan larga y dilatada prueba, que aconteció que al fin llegan al caso el hijo de Agricán y el rey Gradaso.
Si conforme soy yo quien se lo encuentra y se entera de lo que pasaba, hubieran sido los migueletes habría dado vuestras señas y las de nuestra guarida, como me las ha dado a mí, y estaríamos ya todos en la
cárcel!
Pedro Antonio de Alarcón
¿No comprendes, loca der to, loquita perdía, loquita de remate, que eso es jacer méritos pa que un día tenga el de los Espolones un enganche con cualisquiera Y pase una esaborición entre dambos y al tino le tengan que racionar en la cárcel y al otro que pespuntearlo en donde to lo mangonean los forenses?
El Frescales estaba que hacía la barba, y con razón, que con la entrada en la cárcel de Manolito el Gallareta habíase quedado desamparada su timba, de la que empezaba a huirse la gente más formal de la aficionada a jugarse hasta el cuero cabelludo, por temor al enganche con alguno de los que, acaudillados por el Maroto, dedicábanse a cobrar el barato en los lugares no garantizados por alguno de sus colegas en arrogancias y bravura.
Todo alcalde o carcelero estará obligado, sin que pueda ser dispensado por orden alguna, a presentar la persona que estuviere presa al magistrado encargado de la policía de la cárcel, siempre que por él sea requerido.
Antecedentes El 7 de agosto de 1900, Ricardo Flores Magón y su hermano, fundaron el periódico jurídico Regeneración, desde el cual criticaban la corrupción del sistema judicial del régimen del general Porfirio Díaz, lo que los llevó a la cárcel.
Sean desde el mar ciento y cincuenta solares en que se incluyen templos, Casa Real y de Cabildo, Cárcel y Hospital y estos solares se han de distribuir por (...).
Rodríguez dejó, entre otras cosas, en poder de los gauchos de Güemes como rasgo de su honestidad administrativa en el gobierno de La Plata, “ varios tejos de oro, un bastón de carey con empuñadura de oro, y cuatro cajas para polvillo, de oro también ” todas estas alhajas con la marca del general español Pizarro, vejado y sacrificado en la cárcel durante su gobierno.
Y, entendido por el dicho Cabildo, dijo el Alcalde Toribio de Castro Guzmán, que para poder determinar esto importa que se vean los libros antiguos del Cabildo del año de seiscientos, donde se hallará la merced que el dicho Señor Virrey hizo y conforme a ella y la Provisión despachada por la Real Audiencia de Quito, en que se le da facultad a este Cabildo para trasladar la dicha Cárcel y Casas de Cabildo, se traiga lo uno y otro para proveer; y todos juntos dijeron lo mismo y lo firmaron de sus nombres y mandaron que se lean y pregonen las Ordenanzas como es uso y costumbre.
¡Golfo! ¡A la cárcel con él! Y todo el público, arremolinándose, de pie y con el puño amenazante, señalaba al vejete que, cuando cantaba la tiple, metía la nariz en la capa para llorar, y ahora se erguía intentando en vano hacerse oír.
¡A la cárcel! ¡A la cárcel! Pisando gente entró la pareja, y el viejo pasó a empujones de banco en banco, abofeteando a todos con su capa caída y contestando con desesperados manoteos a los insultos y amenazas, mientras que el público rompía a aplaudir estrepitosamente, para animar a Franchetti, que había interrumpido su canto.
Y aquel monstruo indomable, que respira tempestades, y sube y baja y crece, al sentir aquel ósculo, suspira... y en su cárcel de rocas...