El 20 de febrero 1962, John Glenn se convirtió en el primer estadounidense en ser puesto en órbita por un vehículo de lanzamiento Atlas, a bordo de la cápsula Friendship 7.
El programa Man in Space Soonest (Hombre en el Espacio lo más Pronto Posible) de la Fuerza Aérea estadounidense observó muchos diseños de naves espaciales tripuladas, que iban desde aviones cohetes, como el X-15, a pequeñas cápsulas espaciales balísticas., Consultado el 17 de octubre de 2011 En 1958, se eliminaron los conceptos de avión espacial en favor de la cápsula balística.
Los programas de aviones cohetes experimentales iniciadas por NACA se extendieron a la NASA como apoyo para los vuelos espaciales tripulados. Esto fue seguido por un programa de cápsula espacial de un solo hombre, y a su vez por un programa de cápsulas de dos hombres.
Las amatistas no me sentarán bien, creo yo, hasta que tenga ochenta años. Era la cajita con la cápsula de aconitina. Lord Arthur se estremeció y un rubor repentino inflamó sus mejillas.
No se trata de lanzarnos hoy mismo, débiles y pobres, a una guerra torpe y descabellada, ni de improvisar en pocos días toda una escuadra y todo un ejército; se pide el trabajo subterráneo y minucioso, algo así como una labor de topo y de hormiga: reunir dinero, sol por sol, centavo por centavo; adquirir elementos de guerra, cañón por cañón, rifle por rifle, hasta cápsula por cápsula.
Ese revólver que no da fuego y ese matador que no intenta quemar otra cápsula nos infundían alguna sospecha, sabiendo que los anarquistas usan armas seguras y repiten el golpe cuando falla una vez.
Y con este ensueño se derretían cada vez más, se animaban en la dulce guerra y entre risas, gaterías y pequeñas locuras insinuantes -a la hora en que del cubo de hielo salieron las botellas de argentada
cápsula-, la alegría de la linda cena adquirió algo de insensiblemente pecaminoso, un tinte de elegante orgía, el que toman los fines de fiesta en los clubs de hombres, cuando se invita y obsequia a señoras de alta sociedad.
Emilia Pardo Bazán
qué cruel cursilería, dicen los sabios del control televisivo, pero me alivia de leyes cretinas y acaso estos mis vómitos que por hoy sólo me cuestan la vida, mañana o cualquier día hasta muy caros se vendan cuando algunos ratoneros de espaciales bibliotecas escarben las antiguallas de estos siglos primitivos y descubran que en mis letras había vergas precursoras del avance en mi planeta; cuando libros cosmonautas de su cápsula comprendan lo que era vivir de estrellas en épocas virulentas donde atávica y salvaje en su estentórea veintena la tierra aún se espantaba de sexologías sin dioses y persignando culos exorcizaba vírgenes...
Le pareció aquél el veneno que le convenía por todos los conceptos; era muy activo, por no decir casi instantáneo; en sus efectos no causaba dolores y, tomado en forma de cápsula de gelatina, como recomendaba sir Mathew, era insípido al paladar.
Lord Arthur colocó la cápsula en una bonita bombonera de plata que adquirió en una tienda de la calle de Bond, tiró la basta cajita de Pestle y Humbey y se encaminó directamente a casa de lady Clementina.
Sybíl no se mostró nunca tan dichosa y hubo un momento en que lord Arthur sintió la tentación de portarse como un cobarde y de escribir a lady Clementina revelándole lo de la cápsula, dejando que se efectuara el casamiento, como si no existiese en el mundo míster Podgers.
Al contemplar tan diversos planetas, parecía no importarle más el pensar en regresar a la Nueva Tierra, ni en tomar la
cápsula ENS, tan dolorosa, que le permitiría permanecer inalterable en su organismo por muchos miles de años más; sin embargo, tan maravillado se hallaba en sus contemplaciones que seriamente iniciaba el de-seo de quedarse a vivir para siempre en aquellos parajes.
Antonio Domínguez Hidalgo