Tal vez al tomar su aguja y al bordar un santo nombre, la santa labor estruja; que audaz tentación la empuja a delinear el de un hombre.
Separáronse los culpables, trocando una mirada insensata, sin freno, que lo decía todo. La generala volvió a
bordar, derecha, grave y muda como siempre.
Emilia Pardo Bazán
¡Es la Eternidad!» ¿Verdad, señora, que éste es un madrigal ciertamente meritorio y tan enfático como vos misma? Por de contado, tanto placer tuve en bordar esta galantería presuntuosa, que nada, en cambio, he de pediros.
Antes de haber, cual existen hoy, colegios para las niñas, había «amigas», en las que sólo se enseñaba la doctrina cumplidamente, coser y bordar con perfección, leer y escribir.
‑¿Por qué volvía a Les Bertaux, si el tío Rouault estaba curado y aquella gente aún no había pagado? ¡Ah!, es que había allí una persona, alguien que sabía llevar una conversación, bordar, una persona instruida.
Esta es la casa..., ¡su ventana aquélla! ése el sillón en que
bordar solía..., la reja verde... y la apacible estrella que mis nocturnas pláticas oía...
Manuel Gutiérrez Nájera
Y para confirmar su vocación, venía, a las altas horas, aprovechando el descuido de las criadas encargadas de velar, a recoger a hurto una reliquia, algo muy íntimo, muy personal, sobre el santo cuerpo. Para el latrocinio piadoso, María del Deseo había escondido unas tijeras de
bordar en el bolsillo.
Emilia Pardo Bazán
Ved sus soberbios caudales: Como plateadas centellas Los impetuosos raudales En guirnaldas de cristales Van á bordar las estrellas.
Satisfecho de tanta sumisión, Wu-Kung volvió a adquirir la forma que le era habitual, reduciendo, al mismo tiempo, la barra de hierro al tamaño de una minúscula aguja de bordar, que se guardó inmediatamente en el oído.
Gracias a ella, mi madre puede aligerarse de la carga doméstica y tiene tiempo para otros quehaceres: Tejer,
bordar, hacernos ropa.
Antonio Domínguez Hidalgo
La madre y la hija cosían y remendaban toda la ropa de la casa, y empleaban tan concienzudamente sus días en esta labor de verdaderas obreras, que si Eugenia quería bordar una gorguera a su madre, se veía obligada a perder horas de sueño engañando a su padre para tener luz.
Ya Doña Beatriz no la criticaba, sino que se deshacía en elogios antes las actividades domésticas que realizaba: sabía
bordar maravillas, conocía la manera de preparar suculentos platillos, era limpia, ordenada y amable.
Antonio Domínguez Hidalgo