La
balsa era muy grande; el escarabajo la tomó por un océano, y quedó tan asombrado, que se cayó boca arriba y se puso a agitar las patas.
Hans Christian Andersen
28 Gramema de mi corazón eliminado, coraza queda, impenetrable y lánguido; plomo de un soldado sin princesas ni guerras… En santa inquisición me mando hacer que mi cerebro sea una hoguera de interna plenitud en llamaradas donde la carne ceda a los fútiles grilletes que lo enredan a una balsa.
El padre de Víctor sabía nadar muy bien; cogió a su hijo, lo sujetó como pudo a su cuello y se arrojó a una balsa rechazando duramente a su mujer que quería seguirle o imploraba su perdón.
Abotagado por los licores y comistrajos de la víspera, y extenuado por las ofrendas en aras de la Venus pacotillera, se pasó Luzbel ocho días sin moverse de la cama, fumando cigarrillos de la fábrica de Cuna libre y contando las vigas del techo. Feliz semana para la humanidad, porque sin diablo enredador y perverso, estuvo el mundo tranquilo como
balsa de aceite.
Ricardo Palma
Y QUETZALCOATL, al borde del luminoso océano, tomó unos adornos que se encontraban en la balsa y se fue revistiendo con su nueva piel: Su atavío de plumas de QUETZAL, su máscara de TURQUESA.
A bien, Andrés mío, que aquí no pecamos de ese exceso. Y torna los ojos a mirar en derredor nuestro, y mira si no estamos en una
balsa de aceite.
Mariano José de Larra
Allí venga cosquillear, por lo que el chiquillo lo obsequió con un recio manotazo. Llegaron entretanto a una gran
balsa que había en el extremo del jardín.
Hans Christian Andersen
Por Puerto Pitahaya embarca durmientes para los ferrocarriles del Estado, extraídos de las montañas de la parroquia. Otro producto importante que exportó fue la balsa, sacada de las montañas de Piedras, Lobos, Tagüín, Playas.
Lamentos, palabras, nombres, cantares, yo no sé lo que he oído en aquel rumor cuando me he sentado solo y febril sobre el peñasco a cuyos pies saltan las aguas de la fuente misteriosa, Para estancarse en una
balsa profunda cuya inmóvil superficie apenas riza el viento de la tarde.
Gustavo Adolfo Bécquer
Hicieron una balsa, arriaron dos lanchitas, únicas embarcaciones que les quedaban útiles, y últimamente fueron auxiliados por embarcaciones americanas, y según me dijo un insurrecto, a quien hablé en la playa, también les auxilió un bote que éstos tenían.
No faltó quien se aventuró en una balsa y vino a darle aviso de la voluntad de Ulloa y engaño que le quería hacer, aunque él estaba bien avisado.
Así llegó por fin al mar, luego de haber llenado de conocimientos a todos los pueblos por los que iba pasando y subió a una balsa formada de culebras emplumadas que allí lo aguardaban.