Diego era el ídolo de Ramón; antes de marchar el chico a Inglaterra, a las nodrizas y al ayo había disputado el veterano el cariño, los cuidados del rapaz, que, cuando no estaba sobre su rodilla sana, estaba sobre su pata de palo, y si no sobre sus hombros, apretándole las orejas como los ijares a un caballo.
¿Cómo sorprendieron y tradujeron, ellos que no habían tenido
ayo francés, la frase del bigotudo, y con qué singular acierto le colgaron al Expósito el mote de Restorán?
Emilia Pardo Bazán
Y si nos dilatamos en esta materia será proceder infinito, sólo digo que en cuanto he hablado y ponderado del culo aunque me queda el rabo por desollar, que sus gracias son muchas y muy dignas de ponderación, como no son menores sus desgracias siguientes: DESGRACIAS DEL OJO DEL CULO PRIMERA DESGRACIA Enseña un ayo mugriento la lición a un descuidado niño.
Mostráronse los hijos humildes y obedientes; lloraron las madres; recibieron la bendición de todos; pusiéronse en camino con mulas propias y con dos criados de casa, amén del
ayo, que se había dejado crecer la barba porque diese autoridad a su cargo.
Miguel de Cervantes Saavedra
Aquel que anda escribiendo billetes, sonsacando virginidades y solicitando deshonras y facilitando maldades, yo lo conocí a la orilla de la cuerda dignidad gravísima. -Pues por debajo de la cuerda tiene esas ocupaciones -respondió mi
ayo.
Francisco de Quevedo
Para llegar á este grado de merecimientos y de reputación, había hecho su aprendizage de armas desde la edad de 16 años en las guerras que precedieron á la toma de Granada por los Reyes Católicos, al lado de su tio Pedro Ruiz de Alarcon, baxo de cuya conducta estrenó sus inexpertos ojos y su espíritu, ya que no podia aún su brazo y su consejo, en los sitios de Alhama y Loxa, y en otras jornadas hasta la rendición de Cohin, en que murió peleando el que hasta allí habia sido su tio y su ayo juntamente: y como si dentro de su misma familia estubiese vinculada la escuela de este jóven soldado, continuó las restantes campañas de teniente de la compañía de ginetes de otro tio suyo, D.
Llegóse el tiempo de la partida; proveyéronles de dineros y enviaron con ellos un
ayo que los gobernase, que tenía más de hombre de bien que de discreto.
Miguel de Cervantes Saavedra
El álbum, claro está, no se lleva en la mano, pero se transporta en el coche; el álbum y el coche se necesitan mutuamente: lo uno no puede ir sin lo otro; es el agua con el chocolate; el álbum se envía además con el lacayo de una parte a otra. Y como siempre está yendo y viniendo, hay un lacayo destinado a sacarlo; el lacayo y el álbum es el
ayo y el niño.
Mariano José de Larra
Llegaron a Argales, y cuando creyó el criado que sacaba Avendaño de las bolsas del cojín alguna cosa con que beber, vio que sacó una carta cerrada, diciéndole que luego al punto volviese a la ciudad y se la diese a su
ayo, y que en dándosela les esperase en la puerta del Campo.
Miguel de Cervantes Saavedra
Dejémoslos ir, por ahora, pues van contentos y alegres, y volvamos a contar lo que el
ayo hizo cuando abrió la carta que el criado le llevó y halló que decía desta manera: Vuesa merced será servido, señor Pedro Alonso, de tener paciencia y dar la vuelta a Burgos, donde dirá a nuestros padres que, habiendo nosotros sus hijos, con madura consideración, considerado cuán más propias son de los caballeros las armas que las letras, habemos determinado de trocar a Salamanca por Bruselas y a España por Flandes.
Miguel de Cervantes Saavedra
Diciendo esto apartose de la mortal vista de su madrastra, y viendo que una traición y mal tan grande de la casa de su padre había menester mayor consejo, fuese luego a un viejo su ayo que lo había criado...
Hasta los quince había ayudado a su padre a enseñar latín; a los veinte se había hecho bachiller en artes en el Instituto de Guadalajara; después había vivido tres años dando paso de Retórica, Psicología, Lógica y Ética a los niños ricos y holgazanes. Un caballero acaudalado se lo llevó a Oviedo en calidad de ayo de sus hijos, y allí pudo cursar la carrera del Notariado.