Entre tener un ejército de pobres, como la inclusión que postula Rodríguez Saa, y empezar a elaborar a partir de ahí la dignificación del
artesano, del pensador; es decir del que crea.
Elisa Carrió
Los elementos de las clases medias, el pequeño industrial, el pequeño comerciante, el artesano, el labriego, todos luchan contra la burguesía para salvar de la ruina su existencia como tales clases.
Igual como le ocurre a los jubilados y pensionados, al trabajador independiente, al artesano, al pequeño productor, cuyas exiguas rentas son recortadas a diario por la inflación.
Fiesta de la nobleza, la burguesía, del clero, del comercio, del artesano, del soldado…, de todos cuantos por guía tienen la cruz y forman pueblo cristiano, trae algo que difunde paz, alegría, esperanza, consuelo, luz y alborozo, y en el alma creyente como en la impía cambia esta noche una hora la noche en día, el duelo en esperanza y el ansia en gozo: fiesta cristiana a la que España tintas da de pagana.
Pero ¿qué mucho, si el
artesano ha de parecer artista, el artista empleado, el empleado título, el título grande y el grande príncipe?
Mariano José de Larra
El
artesano irremisiblemente asiste y se divierte, tal vez a buena cuenta de lo que piensa trabajar en la semana, pues el resto de la anterior pagó su tributo acostumbrado la noche del domingo en el despacho de vino de que es parroquiano, y donde acabó de perder la poca cabeza que le quedó por la tarde de la cuajada y baile con que celebró el paso por el Avapiés de su pacientísimo Criador, según costumbre religiosa.
Mariano José de Larra
"Supongamos que el labrador vendiese él mismo sus cosechas, y que el artesano las comprase en derechura con el fruto de su industria; en este caso existiría en realidad un comercio, y es evidente que no existiría el comerciante.
Verían que si premian al comerciante, al labrador, al fabricante, y al artesano, es para estimular a todos, y para que florezca en España el comercio, la agricultura, las fábricas, y las artes; con tales exemplos no podrían mirar después con indiferencia la causa común.
En mis tiempos de chiquilla, al venir a casa el chocolatero (entonces se molía el chocolate a brazo y nos tomábamos, desleídas en la jícara del caracas, gotas de humano sudor), concluida la elaboración de la molienda, y en espera yo de los obsequios de última hora que en casos tales no se regatean a los niños, recuerdo que el buen
artesano se pasaba el dorso de la mano por la húmeda frente, suspiraba como quien exhala el postrer aliento, y me decía: «Espera, espera..., que te voy a hacer dos conchitas y un don Juan Boina de chocolate».
Emilia Pardo Bazán
un mercader abriéndole dictamen oficiosamente sobre el cumplimiento de las leyes, y modo con que el gobierno superior debe conducirse acerca de ellas: mañana representará un artesano sobre los demás reglamentos económicos que medite V.
y, siendo Hijo de Dios y Dios mismo, quiso aparecer y ser tenido como hijo de un artesano, y trabajando pasó la mayor parte de su vida: Pero ¿no es éste el artesano, el hijo de María?
Y él ha dicho también: «¡Felices las estériles, cuyos pechos no amamantaron!» A un tiempo, los dos hombres del pueblo, el viñador y el
artesano, sollozaron angustiosamente: -¡Ay de nosotros!
Emilia Pardo Bazán