Y se acercó, descubriéndose un poco la cabeza que se tocaba con una mantilla de aldeana navarra. Yo vi un rostro arrugado y unos ojos negros, de mujer enérgica y buena.
Y ha habido quien le ha pueto nombre gravísimo y latino llamándole antífonas y nalgas, por ser dos; otros, más propiamente, le llaman asentaderas; algunos, trancaílo, y no he podido ajustar por muchos libros que he revuelto para sacar la etimología; lo más que he hallado es que se debe decir tancahigo, por lo arrugado y pasado que siempre está.
Pero fue el caso que el Apóstol, arrugado el entrecejo, leyó y releyó el documento, le dio mil vueltas, y por fin, sin mirar al portador, dijo mal humorado: -¡Ni pago ni acepto!
Tenía este tal muy arrogante muslo y pierna, y gustaba de realzarla cuando salía a caballo por las tardes, con ciertas botas de montar de 
arrugado charol, que, según decía, nadie sabía hacer en España sino Santiago.
Emilia Pardo Bazán
Me sostenía con los dedos los párpados para que no se me cerrasen y la miraba con insistencia, mientras ella seguía trabajando; también miraba el pedacito de cera que tenía para el hilo (¡qué viejo estaba y qué arrugado por todos lados!
Se trataba de un individuo de unos cincuenta años; apenas había entrado cuando, sin preliminares de ninguna clase, sin caricias, mostró su trasero a mi hermana, la cual, al tanto de la ceremonia, hizo que se inclinara sobre la cama, se apodera del fofo y arrugado culo, hunde sus cinco dedos en el orificio y empieza a sacudirlo de una manera tan énergica que la cama crujía.
El escolar de Salerno se arrodilla, saca de su pantalón un trapo negro y arrugado que sacude con énfasis, la Fournier le pega su asqueroso gran trasero sobre la boca, empuja, el médico bebe, algún pedazo de excremento se mezcla sin duda con el líquido, todo es tragado, el libertino descarga y cae de espaldas, borracho perdido.
Él estaba en el despacho, con la cabeza entre los puños, mirando fijamente con sus ojos de miope, enrojecidos y amoratados, un cucurucho de papel 
arrugado, la última caperuza de Pillín, arrojada casualmente sobre la mesa.
Vicente Blasco Ibáñez
XÓLOTL era muy gracioso y tenía la habilidad de empequeñecerse tanto que se miraba como arrugado, mas esto le servía para juguetear o para esconderse y vigilaba lo que acontecía sin que nadie lo sospechara.
Figúrense ustedes un ser enteramente parecido a una persona; algo más encorvado hacia el suelo que el género humano, merced sin duda al hábito de vivir inclinado sobre el bufete; mitad sillón, mitad hombre; entrecejo arrugado...
En la otra estaba el tío Rabosa, con sus ochenta años, inmóvil en un sillón de esparto, con las piernas muertas por la parálisis, como un arrugado ídolo de la venganza, ante el cual juraban sus dos nietos defender el prestigio de la familia.
Éralo de la de San Jerónimo un indio que apenas podía llevar a cuestas el peso de su partida de bautismo, 
arrugado como pasa, nada aleluyado y que apestaba a miseria a través de sus harapos.
Ricardo Palma