Y hecho su sermón y despedido desde el púlpito, ya que se quería abajar, llamó al escribano y a mí, que iba cargado con unas alforjas, e hízonos llegar al primer escalón, y tomó al alguacil las que en las manos llevaba y las que no tenía en las alforjas, púsolas junto a sus pies, y tornóse a poner en el púlpito con cara alegre y arrojar desde allí de diez en diez y de veinte en veinte de sus bulas hacia todas partes, diciendo: “Hermanos míos, tomad, tomad de las gracias que Dios os envía hasta vuestras casas, y no os duela, pues es obra tan pía la redención de los captivos cristianos que están en tierra de moros.
Sabed que el que resiste á las potestadas legítimas, resiste á las ordenes del Señor: dejad, pues, las armas; echaos á los pies del trono, no temais ni las prisiones ni la muerte; temed, sí, al que tiene poder despues que quita la vida al cuerpo, de arrojar la alma a los infiernos.
Y aun también aprovechan para los padres y hermanos y deudos que tenéis en el Purgatorio, como lo veréis en esta santa bula.” Como el pueblo las vio ansí arrojar, como cosa que se daba de balde y ser venida de la mano de Dios, tomaban a más tomar, aun para los niños de la cuna y para todos sus defuntos, contando desde los hijos hasta el menor criado que tenían, contándolos por los dedos.
Sara, que en favor de la oscuridad había logrado llegar hasta el atrio de la iglesia, tuvo que hacer un esfuerzo para no
arrojar un grito de horror al penetrar en su interior con la mirada.
Gustavo Adolfo Bécquer
—Vengo a
arrojar sobre vuestras frentes —dijo Sara con voz firme y resuelta— todo el baldón de vuestra infame obra, y vengo a deciros que en vano esperáis la víctima para el sacrificio, si ya no es que intentáis cebar en mí vuestra sed de sangre, porque el cristiano a quien aguardáis no vendrá porque yo lo he prevenido de vuestras asechanzas.
Gustavo Adolfo Bécquer
Mantuvieron, sin embargo, su primitiva posición o trayecto de una milla, hasta las 2 y 18 minutos, en que desconcertados por los fuegos de la plaza y convencidos de que sus esfuerzos eran del todo estériles, aumentaron el radio de sus cañones a una y media millas, más que menos, yendo a colocarse casi a sotavento. Desde allí, y hasta las 2 y 25 no cesaron de arrojar bombas; nuestro Blackely y las baterías, de contestarlas con ardimiento.
El uno aprobaba la tiranía y no las guerras civiles, por no padecerlas, como si la tiranía no fuera la peor guerra civil y ya vitoriosa. El otro decía que el varón sabio no se había de arrojar al riesgo por los necios y malos.
Antaño evitaban los pastores aquel lugar, porque creían que las hadas que se reunían allí podían arrojar sortilegios contra su manada.
Me he prometido estar a tu lado como un ángel guardián y arrojar al odioso Cóppola de una loca carcajada si viniera a turbar tu sueño.
Las cuestiones sobre las cuales se solicite opinión consultiva serán expuestas a la Corte mediante solicitud escrita, en que se formule en términos precisos la cuestión respecto de la cual se haga la consulta. Con dicha solicitud se acompañarán todos los documentos que puedan arrojar luz sobre la cuestión.
Así que desde las alturas donde habitaba, bajó de su espacio por una cuerda hecha de telaraña para perseguir y arrojar a QUETZALCOATL de la Tierra donde vivía haciendo el bien: TOLLAN, el lugar de la abundancia; el sitio de la sabiduría; la ciudad de los TOLTECAS.
Y en vano es que la sofoque todo el calor de Sevilla, no haya miedo que el golilla junto al vidrio la coloque. Jamás del uno se aparta, ni deja el otro la dueña, que puede hacer una seña, o arrojar alguna carta.