En esto, dentró a orejiar Y a resollar el overo, Y jué que vido un sombrero Que del viento se volaba De entre una ropa, que estaba Más allá, contra un
apero.
Estanislao del Campo
Sonaba la campana de la torre de la Recoleta, llamando a coro a los moradores de sus silenciosos claustros, cuando, inclinando hacia adelante su airoso cuerpo el capitán, hizo crujir los bastos de su apero y tomar el gran galope a su caballo por cima la verdura silvestre y húmeda de la margen del río.
— ¿Qué ganado sacas que te den de vero? — Un buey y dos vacas, y más un otrero con todo su
apero: nuestr'amo, ya soy desposado. — ¿No te dan con esso otra res alguna?
Juan del Encina
13 Y el varón se engrandeció, y fué adelantando y engrandeciéndose, hasta hacerse muy poderoso: 14 Y tuvo hato de ovejas, y hato de vacas, y grande apero; y los Filisteos le tuvieron envidia.
Y el que no aflojaba a uaides en crudaso y terutero, jue a golpiarse con su apero hasta la gran Güenos Aires; diciendo que por desaires de su pago se había alsao; mienta criollaso a otro lao, cuente lo que ha sucedido, que en el Rincón jue vencido don Másimo y redotao.
Comensamos a partir, yo era gaucho paquetaso y pegaba mi gataso siendo taita pa lucir, moso asiao en el vestir no le enbideaba al mejor, ¡mi apero daba calor!
El jinete inmóvil, espera la contestación que le permitirá apearse; y por su actitud, por su vestimenta, por el caballo y por su apero, puede desde ya prejuzgar algo de su personalidad, el dueño de casa.
La que en la vida se doma, La que retoza en la loma De nuestro ensueño primero; La que no almite el
apero Del que más la solicita, La que da la sé infinita Que agua ninguna apaga, La que cual música vaga En las canciones palpita.
José Alonso y Trelles
Y hasta también me contó que quien alumbró el candil, era el que noventa mil de aquel tratao se sacó; y tanto pobre quedó a causa de ese pandero, amuestrándonos el cuero dispués de mil sacrificios. Sin tener ni pa los vicios ni pa un poncho ni un apero.
Lo hacía con el fin de familiarizar la tropa con el espectáculo de la muerte, y de tal manera logró su objeto que en esos días la milicada se entretuvo en desollar los cadáveres para trenzar con piel humana maneas y presillas del
apero, ¡prendas muy estimables en aquellas regiones, que se exhiben como testimonios de valor y que algunos superticiosos conservan como amuletos contra las balas!
Florencio Sánchez
Los recuerdos clásicos me autorizaban; pensé en Medea, en Atalanta, pensé en los jefes de caballería que regaban el camino de la "retirada" con las prendas de su
apero; pensé...
Miguel Cané
Usté era blanco primero y dispués conservador, Malicéo que el amor jue causa de ese entrevero; y al golpiarse con su apero hasta el Chile tan mentao, es que vido mal parao aquella vez el asunto, y el miedo de ser dijento tal vez lo haiga aconsejao.