Al así hacerlo declaramos: Que el sistema democrático es fundamental para la vida de la comunidad puertorriqueña; Que entendemos por sistema democrático aquel donde la voluntad del pueblo es la fuente del poder público, donde el orden político está subordinado a los derechos del hombre y donde se asegura la libre participación del ciudadano en las decisiones colectivas; Que consideramos factores determinantes en nuestra vida la ciudadanía de los Estados Unidos de América y la aspiración a continuamente enriquecer nuestro acervo democrático en el disfrute individual y colectivo de sus derechos y prerrogativas; la lealtad a los postulados de la Constitución Federal; la convivencia en Puerto Rico de las dos grandes culturas del hemisferio americano...
Hay una identidad tan grande entre las clases de estos países que logran una identificación de tipo "internacional americano", mucho más completa que en otros continentes.
13º.- Que el señor Jefe Político publique un manifiesto haciendo notorio a la faz de todos, los sentimientos generales del pueblo, la opinión de las autoridades y corporaciones, las medidas de este Gobierno, las causas y circunstancias que lo decidieron a prestar en manos del señor Alcalde 1º, a pedimento del pueblo, el juramento de Independencia y fidelidad al Gobierno Americano que se establezca.
La Revolución en Buenos Aires hacia fines de agosto de 1810 se desarrolla tímidamente, en Agosto un buque americano procedente de Filadelfia trae noticias falsas de Venezuela; el diario ministerial publica esas noticias y entre ellas va una declaración de libertad de Venezuela; entonces se puede notar que la revolución de Buenos Aires toma impulso.
Sin embargo, algunos hombres sabios y laboriosos han reedificado con sus escombros, el templo del saber americano, y enseñado, que aquellos denominados bárbaros habían llegado a un grado de cultura en nada inferior a la de los caldeos y egipcios.
Hemos arrancado, de la frente de los españoles, el único cívico florón que los recomendaba la historia contemporánea; y con este acto, de nobilísimo coraje americano; hemos separado a la España a lo menos, por un siglo de la diplomacia europea.
Ferreiro, sin desentenderse de lo que fue específicamente nuestro, abarcó toda la historia de América en su conjunto y cambió la interpretación de la Revolución para mostrarla en sus reales dimensiones, se le reconozca o no, sea por ignorancia o por motivaciones no históricas. Ningún historiador compatriota ha llegado a una contribución decisiva en un tema americano de dimensión tan considerable.
Uno y otro se desarrollan con la educación y el ejemplo, que es la gimnasia que los afirma y fortifica. Esa ha sido la principal fuerza del pueblo inglés y del pueblo americano y, en general, del europeo del occidente.
Hubieron confrontaciones limitadas en todos los continentes, aun cuando en el americano, durante mucho tiempo, sólo se produjeron conatos de lucha de liberación y cuartelazos, hasta que la Revolución cubana diera su clarinada de alerta sobre la importancia de esta región y atrajera las iras imperialistas, obligándola a la defensa de sus costas en Playa Girón, primero, y durante la Crisis de Octubre, después.
Creemos en la congregación literal del pueblo de Israel y en la restauración de las Diez Tribus; que Sión (la Nueva Jerusalén) será edificada sobre el continente americano; que Cristo reinará personalmente sobre la tierra, y que la tierra será renovada y recibirá su gloria paradisíaca.
Y que se desarrolle un verdadero internacionalismo proletario; con ejércitos proletarios internacionales, donde la bandera bajo la que se luche sea la causa sagrada de la redención de la humanidad, de tal modo que morir bajo las enseñas de Vietnam, de Venezuela, de Guatemala, de Laos, de Guinea, de Colombia, de Bolivia, de Brasil, para citar sólo los escenarios actuales de la lucha armada, sea igualmente gloriosa y apetecible para un americano, un asiático, un africano y, aún, un europeo.
Pero la junta dejada por el rey es disuelta, y entonces de acuerdo con la doctrina española, desaparecida la monarquía, ciudades y pueblos pueden hacer su voluntad y la hacen. De la doctrina de la monarquía usufructuaria se sirve un revolucionario americano en 1809, el doctor Rodríguez Quiroga.