Ahora que habéis cesado de ser hombres, probaréis nuestras fuerzas: amasaremos, morderemos, vuestra carne”, les dijeron sus piedras de moler, Y he aquí que hablando a su vez, sus perros les dijeron: “¿Por qué no nos dabais nuestro alimento?
Este mismo Principal Guacamayo tenía un gran árbol, el Byrsonia; era el alimento de Principal Guacamayo; cada día iba al Byrsonia, subía al árbol; veía algunas vainas comidas por Maestro Mago.
“No voy a ninguna parte, sino que busco mi subsistencia”, respondió Sabio Pez-Tierra. “¿Cuál es tu alimento?”. “Solamente pescados, solamente cangrejos; no he podido cogerlos aquí.
Ponen toda su conveniencia en el alimento, son tiranizados de la comodidad, y su diligencia no sale de pretender agradar con las galas la vista ajena, y con las golosinas la propia boca.
He aquí que Gigante de la Tierra deseó comer de él y que se le hizo agua la boca, que bostezó, que la saliva, la baba, corrió a causa del sabroso pájaro. Entonces preguntó: “¿Qué es este alimento?
Amasaban en los primeros tiempos el “bizcocho” destinado a alimento de las tropas del “presidio” y a abastecimiento de los buques de arribada o tránsito, y más tarde se acostumbraron a preparar los caramelos y masas que sus esclavos – antecesores lejanos de los actuales “heladeros” y “maniseros” – salían a ofrecer en la venta callejera.
Sócrates: Pero si alguno te oyese razonar y dar consejos sobre alimentos, y decir: este alimento es mejor que aquel, es preciso tomarlo en tal tiempo y en tal cantidad, y él te preguntase: Alcibíades, ¿qué es lo que llamas mejor?
Otro mal les procuró a cambio de aquel bien: El que huyendo del matrimonio y las terribles acciones de las mujeres no quiere casarse y alcanza la funesta vejez sin nadie que le cuide, éste no vive falto de alimento; pero al morir, los parientes se reparten su hacienda.
Solían divertirse en sacar de su mazmorra a uno de éstos, a quienes desde días antes privaban de
alimento; sentarle a la mesa, ofrecerle algún exquisito manjar, y cuando iba a engullirlo, sollozando y aullando de contento, se lo quitaban de la boca y le vertían en ella la ardiente cera de los hachones que alumbraban la orgía.
Emilia Pardo Bazán
No sé, Señor, si aún tenéis en mente a este soberbio infiel presuntuoso, que había dejado atrás muerta a su gente, entre los muros y el segundo foso para alimento de la llama ardiente en caso, como nunca otro, espantoso.
He aquí lo que hirió el corazón de aquellos engendrados: los cuatrocientos jóvenes matados por Sabio Pez-Tierra. Solamente de pescados, solamente de cangrejos, se sostenía él, se nutría, al borde del agua; ése era su alimento cotidiano.
Cipriano era uno de tantos mugrosos que se acercaban a pedirle gratis el
alimento, de los cuales, sólo él recibía los beneficiosos préstamos, porque a los demás, ni agua les regalaba.
Antonio Domínguez Hidalgo