En primavera, cuando volvieron las golondrinas y las cigüeñas, les preguntó el
abeto: -¿No saben adónde los llevaron ¿No los han visto en alguna parte?
Hans Christian Andersen
Todas dormían abandonadamente, unas apoyando su espalda en el follaje de un abeto, otras en hojas de encina sobre el suelo su cabeza en sabio abandono dejando, no como tú dices, ebrias de vino y del ruido de la flauta de loto, enloquecidas y persiguiendo a Venus en la selva.
La cosa ocurría todos los años, y nuestro joven
abeto, que estaba ya bastante crecido, sentía entonces un escalofrío de horror, pues los magníficos y soberbios troncos se desplomaban con estridentes crujidos y gran estruendo.
Hans Christian Andersen
-Alégrate de ser joven -decían los rayos del sol-; alégrate de ir creciendo sano y robusto, de la vida joven que hay en ti. Y el viento le prodigaba sus besos, y el rocío vertía sobre él sus lágrimas, pero el
abeto no lo comprendía.
Hans Christian Andersen
Esto era lo que pensaba el guante, o lo que hubiera podido pensar. «Es un tonto ese
abeto», dijeron los cascos de loza rota. Esos cascos todo lo encuentran siempre tonto.
Hans Christian Andersen
Cuando llegaba el invierno, y la nieve cubría el suelo con su rutilante manto blanco, muy a menudo pasaba una liebre, en veloz carrera, saltando por encima del arbolito. ¡Lo que se enfadaba el
abeto!
Hans Christian Andersen
Llegaron, por fin, a la alta tienda que los mirmidones habían construido para el rey con troncos de
abeto, techándola con frondosas cañas que cortaron en la pradera: rodeábala una gran cerca de muchas estacas y tenía la puerta asegurada por un barra de
abeto que quitaban o ponían tres aqueos juntos, y sólo Aquileo la descorría sin ayuda.
Homero
Pero transcurrieron dos inviernos más y el
abeto había crecido ya bastante para que la liebre hubiese de desviarse y darle la vuelta.
Hans Christian Andersen
En un laberinto flotan sobre el agua la ninfea, y el nelumbio rosado del Indostán, y el loto del río Nilo, que parece una lira. Un bosque es de árboles de copa de pico: pino,
abeto.
José Martí
¡Oh Tebas, nodriza de Sémele, corónate de yedra!, ¡brota, brota en verde tejo de buen fruto, y danza con ramos de encina o de abeto, cubierta de moteadas pieles de cabrito, y corona las trenzas de cabellos blancos con rizos!
En la parte posterior del carro había un
abeto, verde todavía y con oropeles en las ramas; había estado en una fiesta de Nochebuena, y luego lo habían arrojado a la calle; el basurero lo había cargado encima de la basura, en la parte trasera del carro.
Hans Christian Andersen
El desgraciado Penteo, que no vio la turba femenil, dijo así: —Extranjero, desde donde estamos no alcanzo a ver a las Ménades como deseo; subido en una cuesta o en un abeto de alto entronque vería mejor la ocupación nefanda de las Ménades—.