La República de Tebas no tuvo más vida que la de Pelópidas y Epaminondas, porque a veces son los hombres, no los principios, los que forman los gobiernos.
Deparóles la suerte, o por mejor decir, el Eterno Señor, un buen amigo, mercader opulento, que volvía de Tebas con sinfín de servidores y una cáfila de camellos cargados de riquezas.
CORO Rayo de sol, la luz más hermosa de las anteriores que se ha mostrado en Tebas la de las siete puertas, te has mostrado, oh ojo del día dorado, tras venir sobre las corrientes Dirceas, y empujar al mortal de blanco escudo que vino de Argos con la armadura hoplita como fugitivo presuroso con el bocado más punzante...
¿Y Grecia, esa de la puerta baja con un muro a cada lado, con la historia de antes en uno, antes de que los romanos la vencieran cuando fue viciosa, y la vida del trabajo de hoy, en antigüedades, en mármoles rojos, en sedas finas, en vinos olorosos, desde que resucitó con la vuelta a la libertad, y tiene ciudades como Pireo, Siracusa, Corfú y Patras, que valen ya por lo trabajadoras tanto como las cuatro famosas de la Grecia vieja: Atenas, Esparta,
Tebas y Corinto?
José Martí
Fuimos a
Tebas, la sagrada ciudad de Eetión; la saqueamos, y el botín que trajimos se lo distribuyeron equitativamente los aqueos, separando para el Atrida a Criseida, la de hermosas mejillas.
Homero
Estuvo en Micenas, no para guerrear, sino como huésped junto con el divino Polinice, cuando ambos reclutaban tropas para atacar los sagrados muros de
Tebas.
Homero
Eneo dio un vistoso tahalí teñido de púrpura, y Belerofonte una copa doble de oro, que en mi casa quedó cuando me vine. A Tideo no lo recuerdo; dejóme muy niño al salir para
Tebas donde pereció el ejército aqueo.
Homero
Volviéronse aquéllos; después de andar mucho, llegaron al Asopo, cuyas orillas pueblan juncales y prados, y los aqueos nombraron embajador a Tideo para que fuera a
Tebas.
Homero
Mas éstos no se curaban entonces del combate horrísono, por no tener quien los llevara a la pelea: el divino Aquileo, el de los pies ligeros, no salía de las naves, enojado a causa de la joven Briseida, de hermosa cabellera, a la cual hiciera cautiva en Lirneso, cuando después de grandes fatigas destruyó esta ciudad y las murallas de
Tebas, dando muerte a los belicosos Mines y Epístrofo, hijos del rey Eveno Selepíada.
Homero
Aunque me diera diez o veinte veces más de lo que posee o de lo que a poseer llegare, o cuanto entra en Orcomeno, o en
Tebas de Egipto, cuyas casas guardan muchas riquezas —cien puertas dan ingreso a la ciudad y por cada una pasan diariamente doscientos hombres con caballos y carros—, o tanto cuantas son las arenas o los granos de polvo, ni aun así aplacaría Agamemnón mi enojo, si antes no me pagaba la dolorosa afrenta.
Homero
Nos gloriamos de ser más valientes que nuestros padres, pues hemos tomado a
Tebas, la de las siete puertas, con un ejército menos numeroso, que, confiando en divinales indicaciones y en el auxilio de Zeus, reunimos al pie de su muralla, consagrada a Ares, mientras que aquéllos perecieron por sus locuras.
Homero
Y tan sólo se levantó para luchar con él Euríalo, varón igual a un dios, hijo del rey Mecisteo Talayónida; el cual fue a
Tebas cuando murió Edipo y en los juegos fúnebres venció a todos los cadmeos.
Homero