Hermes

Hermes (Hermēs)

 
mit. Dios griego, heraldo de los dioses. Corresponde al Mercurio de la mitología romana.
Diccionario Enciclopédico Vox 1. © 2009 Larousse Editorial, S.L.
Traducciones

Hermes

Ερμής

Hermes

Hermes

Hermes

Hermès

Hermes

Ermete
References in classic literature
Desde el tres veces más grande, el Hermes, hasta nuestros días, la mano humana ha podido apenas alzar una línea del manto que cubre a la eterna Isis.
Entonces se levantó el rey Agamemnón, empuñando el cetro que Hefesto hiciera para el soberano Jove Cronión —éste lo dio al mensajero Argifontes; Hermes lo regaló al excelente jinete Pélope, quien, a su vez, lo entregó a Atreo, pastor de hombres; Atreo al morir lo legó a Tiestes, rico en ganado, y Tiestes lo dejó a Agamemnón para que reinara en muchas islas y en todo el país de Argos—, y descansando el rey sobre el arrimo del cetro, habló así a los argivos: —¡Amigos, héroes dánaos, ministros de Ares!
—Las toleró Ares, cuando Oto y el fornido Efialtes, hijos de Aloeo, le tuvieron trece meses atado con fuertes cadenas en una cárcel de bronce: allí pereciera el dios insaciable de combate, si su madrastra, la bellísima Eribea, no lo hubiese participado a Hermes, quien sacó furtivamente de la cárcel a Ares casi exánime, pues las crueles ataduras le agobiaban.
Peneleo hirió a Ilioneo, hijo único que a Forbante —hombre rico en ovejas y amado sobre todos los teucros por Hermes, que le dio muchos bienes— su esposa le pariera: la lanza, penetrando por debajo de una ceja, le arrancó la pupila, le atravesó el ojo y salió por la nuca, y el guerrero vino al suelo con los brazos abiertos.
Mas te diré otra cosa y haré una amenaza: si a despecho de mí, de Atenea, que impera en las batallas, de Hera, de Hermes y del rey Hefesto, conservare la excelsa Ilión e impidiere que, destruyéndola, alcancen los argivos una gran victoria, sepa que nuestra ira será implacable.
Los americanos meridionales tienen una tradición que dice que cuando Quetzalcoatl, el Hermes o Buda de la América del Sur, resignó su administración y los abandonó, les prometió que volvería después que los siglos designados hubiesen pasado, y que él restablecería su gobierno y renovaría su felicidad.
Los dioses fueron al combate divididos en dos bandos: encamináronse a las naves Hera, Palas Atenea, Poseidón, que ciñe la tierra, el benéfico Hermes, de prudente espíritu, y con ellos Hefesto, que, orgulloso de su fuerza, cojeaba arrastrando sus gráciles piernas; y enderezaron sus pasos a los teucros Ares, de tremolante casco, el intenso Febo Apolo, Artemis, que se complace en tirar flechas, Leto, el Janto y la risueña Afrodita.
Mandaba la segunda sección el belicoso Eudoro, nacido de una soltera, de la hermosa Polimela, hija de Filante; de la tal enamoróse el poderoso Argifontes al verla entre las que danzaban al son del canto en un coro de Artemis, la diosa que lleva el arco de oro y ama el bullicio de la caza: el benéfico Hermes subió en seguida al aposento de la moza, uniéronse clandestinamente y ella le dio un hijo ilustre, Eudoro, ligero en el correr y belicoso.
Al soberano Poseidón le hizo frente Febo Apolo con sus aladas flechas; a Ares, Atenea, la diosa de los brillantes ojos; a Hera, Artemis, que lleva arco de oro, ama el bullicio de la caza, se complace en tirar saetas y es hermana del Flechador; a Leto, el poderoso y benéfico Hermes; y a Hefesto, el gran río de profundos vórtices llamado por los dioses Janto y por los hombres Escamandro.
La gente, al ver lo que Pablo había hecho, empezó a gritar en licaonio: «Los dioses han bajado hasta nosotros en figura de hombres.» A Bernabé le llamaban Zeus y a Pablo, Hermes, porque era quien dirigía la palabra.
Rinlelberg había también formado el designio de componer cerca de mil volúmenes diferentes; pero aunque hubiera vivido bastante para publicarlos, no hubiera llegado todavía a Hermes Trimegisto, el que según Jámblico, escribió treinta y seis mil quinientos veinticinco libros.
Conforme a esta doctrina, se deduce que uno mismo es Júpiter y Mercurio; y si la misma habla se llama Mercurio, como lo demuestran las interpretaciones que han escrito sobre la etimología y derivación de su nombre, por eso dicen se llamó Mercurio, como que corre por medio, por cuanto el habla, corre por medio entre los hombres; y por lo mismo se llamó Hermes en griego, porque el habla o la interpretación, que sin duda pertenece al habla, se llama Hermenia, por cuyo motivo preside sobre las mercaderías; porque entre los que venden y compran andan de por medio las palabras.
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